La Autoridad del Creyente para Echar Fuera Demonios
El tema de la autoridad de los creyentes para echar fuera demonios es de gran importancia dentro del cristianismo.
Muchos
se preguntan si, al aceptar a Cristo como su Salvador, un creyente adquiere
automáticamente la autoridad para expulsar demonios.
A
continuación, exploraremos este tema de manera detallada y lo respaldaremos con
las Escrituras.
La Autoridad en Cristo
La
autoridad para echar fuera demonios no proviene de la capacidad humana, sino de
la autoridad que Cristo otorga a sus seguidores. Jesús, antes de ascender al
cielo, dio una comisión a sus discípulos que incluía esta autoridad. En Mateo
28:18-19, Jesús declara: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones...”.
Aquí,
Jesús establece que toda autoridad le ha sido dada, y en consecuencia, Él
delega esta autoridad a sus seguidores.
En Lucas
10:19, Jesús dice a los setenta discípulos que envió: “He aquí os doy potestad
de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os
dañará.” Este versículo demuestra que Jesús les otorgó poder y autoridad sobre
las fuerzas del mal, incluida la capacidad de echar fuera demonios.
La Autoridad del Creyente
Al
aceptar a Cristo, el creyente se convierte en parte del cuerpo de Cristo, y
como tal, comparte en la autoridad que Cristo tiene sobre todas las cosas,
incluyendo los poderes demoníacos.
Marcos
16:17 es un pasaje clave que respalda esta verdad: “Y estas señales seguirán a
los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios...”.
Este
versículo es explícito al afirmar que los creyentes, es decir, aquellos que han
aceptado a Cristo, tienen la autoridad de echar fuera demonios en Su nombre.
El
uso de “en mi nombre” es crucial aquí. No es en la fuerza o la autoridad
personal del creyente que los demonios son expulsados, sino en el nombre de
Jesús.
Esto
indica que la autoridad está intrínsecamente ligada a la relación con Cristo y
a actuar bajo Su señorío.
Ejemplos Bíblicos de Autoridad en Acción
En el
Nuevo Testamento, vemos ejemplos concretos de esta autoridad en acción.
En Hechos
16:16-18, Pablo se encuentra con una joven esclava poseída por un espíritu de
adivinación.
Después
de que esta joven acosara a Pablo y sus compañeros por varios días, Pablo, “molesto”,
se volvió y dijo al espíritu: “Te mando en el nombre de Jesucristo que salgas
de ella”. Y salió en el mismo momento.
Este
ejemplo muestra que la autoridad para echar fuera demonios no estaba limitada a
los doce apóstoles originales, sino que también se extendió a otros creyentes
como Pablo.
Es
importante notar que Pablo no usó su propia autoridad, sino que actuó “en el
nombre de Jesucristo”, reafirmando que la autoridad proviene de Cristo.
Condiciones para Ejercer la Autoridad
Aunque
los creyentes tienen la autoridad de echar fuera demonios, existen ciertas
condiciones para ejercerla efectivamente.
Primero,
es crucial una relación genuina con Cristo. En Hechos 19:13-16, encontramos la
historia de los hijos de Esceva, quienes intentaron echar fuera demonios usando
el nombre de Jesús, a quien no conocían personalmente.
Los
demonios, reconociendo que estos hombres no tenían una relación con Cristo, los
atacaron, resultando en una derrota humillante para ellos.
Esto
muestra que el simple uso del nombre de Jesús, sin una relación verdadera con
Él, no es suficiente. La autoridad efectiva se deriva de una fe genuina y una
vida rendida a Cristo.
Discernimiento y Responsabilidad
Además,
es esencial que los creyentes ejerzan discernimiento y responsabilidad al
tratar con los poderes demoníacos. Efesios 6:12 nos recuerda que nuestra lucha
no es contra carne y sangre, sino contra principados, potestades, y
gobernadores de las tinieblas.
Esto
subraya la seriedad de la batalla espiritual y la necesidad de estar equipados
con toda la armadura de Dios (Efesios 6:13-18).
Ya para concluir
Las Escrituras
enseñan claramente que los creyentes que han aceptado a Cristo tienen la
autoridad para echar fuera demonios, pero esta autoridad no es automática ni se
basa en la fuerza humana.
Se
deriva de la relación con Cristo y debe ejercerse con fe genuina,
discernimiento, y en el nombre de Jesús.
Este
poder es un aspecto de la misión más amplia de los creyentes de llevar el Reino
de Dios al mundo y de resistir las fuerzas del mal que buscan oponerse al
propósito divino.
Al
final, esta autoridad es un recordatorio del poder de Cristo sobre todas las
cosas y del privilegio de los creyentes de participar en Su obra redentora.
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