La gestión adecuada del enojo según la Biblia
Efesios 4:26-27 (RVR 1960) “Airaos,
pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al
diablo.”
El apóstol Pablo, en su carta a
los Efesios, nos brinda una instrucción sabia sobre cómo manejar nuestras
emociones, específicamente el enojo.
Aunque el enojo es una emoción
natural, puede llevarnos a cometer pecado si no lo manejamos adecuadamente.
En estos versículos, Pablo nos da
pautas claras sobre cómo expresar nuestra ira sin caer en el pecado y cómo
evitar que el enojo se convierta en una puerta de entrada para el diablo en
nuestras vidas.
“Airaos, pero
no pequéis”: El enojo en sí
mismo no es necesariamente pecaminoso. Incluso Jesús experimentó ira justa en
ciertas situaciones (Marcos 3:5).
Sin embargo, el problema surge
cuando permitimos que nuestro enojo nos lleve a palabras o acciones
pecaminosas, como la violencia, el resentimiento o la venganza.
La clave está en cómo canalizamos
y controlamos nuestro enojo.
Podemos sentirnos enojados por
situaciones injustas o pecaminosas, pero debemos tomar cuidado de no permitir
que ese enojo nos lleve a pecar contra Dios o contra nuestros semejantes.
“No se ponga
el sol sobre vuestro enojo”: Esta frase sugiere que no debemos dejar que nuestro
enojo se prolongue indefinidamente.
No debemos permitir que el
resentimiento o la amargura se arraiguen en nuestro corazón.
En lugar de eso, debemos buscar
una pronta reconciliación y perdón.
Permitir que el enojo se
prolongue puede dar lugar a un deterioro de las relaciones interpersonales y
puede abrir la puerta a la acción del diablo en nuestras vidas.
“Ni deis lugar al diablo”: Aquí, Pablo nos advierte sobre
las consecuencias espirituales de no manejar adecuadamente nuestro enojo.
Cuando permitimos que el enojo
nos domine, abrimos una puerta para la influencia del diablo en nuestras vidas.
El diablo busca aprovecharse de
nuestras debilidades emocionales para sembrar discordia, división y
destrucción.
Cuando permitimos que el enojo
gobierne nuestras acciones, estamos cediendo terreno al enemigo.
En resumen, Pablo nos enseña la
importancia de manejar adecuadamente nuestras emociones, especialmente el
enojo.
Si bien es natural sentir ira en
ciertas circunstancias, debemos cuidar de no dejar que esa ira nos lleve al
pecado.
En lugar de eso, debemos buscar
una pronta reconciliación, perdonar y no permitir que el enojo se prolongue.
De esta manera, evitamos dar
lugar al diablo en nuestras vidas y mantenemos relaciones saludables con Dios y
con nuestros semejantes.
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