¿Autoridad para perdonar pecados?
“A quienes ustedes perdonen los pecados, les serán perdonados; y a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados.”
Este versículo, encontrado en Juan 20:23, es parte de
un pasaje en el que Jesús está instruyendo a sus discípulos después de su
resurrección.
La frase en sí misma parece otorgar a los discípulos
cierta autoridad para perdonar pecados, lo cual puede ser desconcertante si se
toma de manera literal y aislada.
Sin embargo, para comprender su significado completo,
es crucial considerar el contexto bíblico y teológico más amplio.
Primero, es importante notar que Jesús no está
otorgando a los discípulos un poder absoluto para perdonar pecados de manera
independiente de Dios.
Más bien, está comunicando el papel que tendrán en la
extensión del perdón de Dios a través de su ministerio y su predicación del
evangelio.
Esta interpretación se alinea con el contexto del
pasaje y con la enseñanza bíblica más amplia sobre el perdón.
Desde una perspectiva bíblica, el perdón de los
pecados es prerrogativa exclusiva de Dios.
En el Antiguo Testamento, encontramos pasajes como Isaías 43:25, donde Dios declara: “Yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.”
Además, en el Nuevo Testamento,
vemos que Jesús mismo perdona pecados en varios pasajes, lo que demuestra su
autoridad divina (Marcos 2:5-12, Lucas 7:48-50).
Entonces, ¿qué significa que los discípulos tengan el
poder de perdonar pecados?
Esta autoridad se relaciona directamente con la
proclamación del evangelio y la extensión del perdón de Dios a través de la
predicación del arrepentimiento y la fe en Jesucristo.
Los discípulos, y por extensión la iglesia, son
comisionados para proclamar el evangelio y ofrecer la reconciliación con Dios a
través de Cristo.
Cuando los pecadores responden a este mensaje con
arrepentimiento y fe, experimentan el perdón de Dios.
Por lo tanto, el “poder” de perdonar pecados que se
les otorga a los discípulos no es una autoridad autónoma, sino más bien una
comisión para ser instrumentos a través de los cuales Dios obra para
reconciliar a la humanidad consigo mismo.
Esta interpretación armoniza el versículo en cuestión
con el resto de la enseñanza bíblica sobre el perdón y la autoridad de Dios.
En resumen, aunque los seres humanos no tienen la
capacidad intrínseca de perdonar pecados de manera independiente de Dios, a
través de la proclamación del evangelio y la predicación de la fe en Cristo,
tienen el privilegio de ser instrumentos a través de los cuales Dios obra para
ofrecer perdón y reconciliación a aquellos que se arrepienten y creen.
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